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Revista Compartiendo (Diciembre 2012).
Una respuesta correcta construye esperanza

Hay un dicho: “preguntando se llega a Roma”... a Buenos Aires y a Sri Lanka. Es verdad; para llegar a un destino siempre se necesita orientación y cuánto más éstas son necesarias para vivir, compartir y alcanzar nuestras metas. Por eso es que no hay una vida sin preguntas ni tampoco crecimiento intelectual.

Preguntar es muy importante. Hay personas que tienen miedo de hacerlo porque sienten que los demás dirán: “si pregunta es que no está preparado para dar respuestas”; en realidad, tienen miedo de revelarse a sí mismos.

Existen preguntas, en nuestro interior, que nos llevan a nuestro crecimiento, si uno las usa para dar respuestas a nuestra vida y a la de los demás siempre resultarán agradables.

Si preguntamos algo con sinceridad, con un sentimiento auténtico, libre de segundas intenciones, para crecer mejor, madurar, elegir cierto destino o tomar una decisión trascendente las preguntas “caen” bien; aún cuando éstas sean por curiosidad.

Los chicos muchas veces preguntan cosas que uno no espera, cosas muy privadas, íntimas, pero lo hacen desde su inocencia, sin querer usar la respuesta para dañar a alguien.

Es muy importante saber cuándo, cómo y con qué sentido preguntamos algo. Debemos hacerlo con respeto, con dignidad, sin falsedad; solo así podremos crecer y madurar. Si existe un resentimiento, un deseo de confundir a la otra persona, una intencionalidad negativa, muchas veces termina mal la respuesta. Cuando la persona a quien nos dirigimos está nerviosa o no está preparada, en ese momento, para responder también termina mal. Por eso es importante fijarse bien “cuándo”.

Les doy un ejemplo entre un alumno y su profesor. El alumno está en medio de un examen nervioso, quiere terminar con rapidez e irse, dar por finalizado aquello que lo está angustiando porque no lo sabe y le pregunta al profesor por si éste le acerca la respuesta correcta, casi siempre le sale mal. También puede ocurrir que el profesor tenga la intencionalidad de realizar preguntas muy difíciles de contestar, que generen confusión o un gran despliegue de conocimientos para demostrar lo aprendido, esto también termina mal. Por eso es muy importante tener muy en cuenta el “cómo” y “con qué sentido”.

Cada respuesta está conformada por las dos partes: el que interroga y el que escucha, el que se dispone a recibir y el que brinda su conocimiento. Ambos condicionan el momento con sus actitudes, posturas e intenciones.

Toda pregunta debe ser realizada con claridad para que llegue una respuesta de igual tenor.

Puede suceder que ante un cuestionamiento no estemos preparados para responder; ¿qué hacemos?... No respondamos inmediatamente, busquemos profundizar nuestro conocimiento sobre el tema y luego, con serenidad, brindemos la respuesta correcta.

Personalmente me ha pasado cuando me desempeñaba como profesor de Matemática y de Lengua. Había dos chicos que no tenían mucha intención de crecer y madurar. Uno puede responder cualquier cosa pero cuando uno tiene obligación moral y espiritual, es responsable de las respuestas que da. A veces me preguntaban cosas sobre las cuales yo no estaba preparado (tal vez con intención) entonces les respondía: “La próxima clase comenzará con la respuesta a esta pregunta”. Así tenía tiempo de conocer la verdad, y analizarla, para no desubicar al niño ni desviarlo hacia un camino incorrecto.

Lamentablemente, a veces, brindamos respuestas sin conocimiento o para burlarnos del otro. Como cuando una persona humilde está extraviada o confundida en la calle y pregunta para orientarse (no lo está haciendo para molestar) cuántas veces se las hace caminar y dar vueltas, solo para divertirse. ¡Qué feo!, ¿no? ¿Dónde y cuándo se extravió el respeto por el otro?

El que es engañado, de alguna manera, en algún momento, recibe la respuesta correcta y aprende para nunca olvidarlo que Jujuy está al norte y no al sur y, con el tiempo, supera su dolor. Pero la maldad perjudica nuestra propia persona para siempre y tarde o temprano nos quita la paz, tengámoslo en cuenta.

Una respuesta correcta construye esperanza.

Ahora bien, existen personas a las cuales solo les gusta acumular información, investigar sobre la vida de otros, pero no para construir sino para hablar mal, para buscar en las respuestas una falla, un error y desde ahí “tejer” una historia. Esas preguntas no sirven porque no ayudan al crecimiento de nadie. Solo se pregunta para “espiar” o “ensuciar”. Esto es feo. Cuando se llega a hacer algo así creo que sale a relucir tu calidad de persona: ignorante, falso y sucio. Qué pena que esto suceda tan frecuentemente.

A lo largo de la vida es importante hacer las cosas como corresponde, no para espiar ni para ensuciar sino para crecer interiormente.

No tengan miedo de responder una pregunta (hay personas que lo tienen) por supuesto que tenemos derecho a preservar nuestra intimidad pero si al otro corresponde conocer ese “secreto” hay que dar una respuesta clara. Por ejemplo si vos estás involucrado en un juicio, en un acto de violencia, tenés que revelar tus secretos al abogado o al juez para que todo se aclare. Cuando se tiene una obligación moral y/o espiritual hacia el otro hay que responder con sinceridad y dignidad.

Uno, a veces, dice con las cosas íntimas es mejor no meterse. Depende de cada situación. Cuando se trata de un matrimonio, de sentimientos, no se puede dejar de dialogar y el diálogo está compuesto de preguntas y respuestas, y, por supuesto tienen que ver con la intimidad de esa pareja. Si no respondemos nos vamos encerrando en suposiciones, muchas veces, sin fundamento. Tu mujer, tu marido, tiene derecho de conocerte, recordalo.

Cuando se trata de un conflicto laboral pasa lo mismo, hay obligación de explicar ciertas cosas siempre que sea con sinceridad y no para perjudicar al compañero de tareas. Cuántas personas sabiendo que gozan de la estima de su jefe preguntan sobre algo, indagan y luego cuentan la “versión cambiada” de manera que los beneficie a ellos. Esto es muy desagradable, habla de inmadurez y sucede en todos los ámbitos.

Si en algún momento una pregunta “se va de las manos” uno tiene la posibilidad de responder con silencio. El silencio siempre te da tiempo para meditar y encontrar la mejor respuesta.

Algunos dicen: “el que calla otorga”, significando que el silencio siempre es una aprobación, no necesariamente, tal vez solo sea un espacio de reflexión para evitar cometer un error irreversible. Recordemos que hay palabras que se dicen sin pensar y provocan un gran dolor en el que escucha. Antes de contestar impulsivamente es mejor guardar silencio.

Ojalá que todas las preguntas que formulemos y las respuestas que brindemos durante estas fiestas y en el transcurso del año que comienza sean para construir paz y unidad. Las preguntas generosas y positivas siempre nos dan oportunidad de acercamiento, de crecimiento, de fortalecimiento de lazos para alcanzar, juntos, una mejor convivencia.

Les deseo una maravillosa Navidad y un muy buen comienzo de año. Dios nos ayude.

Padre Ignacio
Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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