contacto  |

PUBLICACIÓN

LIBROS   |   REVISTAS

REVISTA

Revista Compartiendo (Octubre 2012).
Confianza, respeto y dignidad.

En un mundo en el que existe inseguridad, maldad y violencia ¿podemos confiar en la humanidad? ...

Pregunto esto porque, según la respuesta que demos, queda definida nuestra propia capacidad, de paz y tranquilidad, para desarrollar una vida digna.

Si observamos bien el mundo veremos que en todos lados hay inseguridad. Hoy resulta muy difícil poder salir a la calle a la noche, la madrugada o a cualquier hora del día con la confianza de que nadie te hará mal.

Muchísimas personas han perdido el respeto y la dignidad que merecen los seres humanos.

Ni siquiera se respeta a una mujer embarazada o un viejo que luchó tanto para dar a su pueblo y que ya está jubilado y tiene derecho a disfrutar de su jubilación o un enfermo que todos los días lucha por encontrar un poquito de vida, cuando uno ve que son atacados, robados, lastimados, cuando la violencia destruye la esperanza de muchas personas, uno se dice:-“No, no podemos confiar en la humanidad”.

Ahora fíjense en algo muy importante, si nosotros dejamos de confiar en la humanidad perdemos, totalmente, la esperanza de un futuro mejor.

Es cierto que no podemos confiar en todas las personas que nos rodean o en todas las que existen en el mundo pero tenemos que confiar en la humanidad. Seguro alguien puede llegar a decir: qué loco ¿no? ¡Qué contradicción! Pero no hay tal contradicción; cuando decimos que tenemos que confiar en la humanidad estamos aceptando que, a pesar de los tantos que obran mal, existen muchas personas, como nosotros, que luchan para vivir en un mundo de respeto, de paz y de esperanza.

Es importante recordar que existen personas negativas, conflictivas, personas que no están bien físicamente o mentalmente, o que tienen muchos problemas y en el afán de resolverlos acuden a la violencia. Pero si nosotros dirigimos nuestra mirada solo a estas personas, cuyos caminos tienen muchas trabas o están bloqueados, no podremos avanzar de ninguna forma y esto no es bueno ya que no todo, en el mundo, es malo.

Por las cosas que ocurren casi a diario, muchos quedan con este pensamiento: -“El mundo está perdido. Todo se ha corrompido”- Pero, si nos permitimos mirarlo de otra manera veremos que en este mundo existen diferentes metales: el cobre, el bronce, el hierro, (algunos más nobles que otros) pero también… el oro. Así pasa con la humanidad.

Además recuerden que cada ser humano depende de su educación, su formación, los conflictos con los cuales está luchando; en una palabra, de su crecimiento como persona.

Los valores morales y espirituales, la mayoría de las veces, los inculcan las familias. Cada familia trae, en sí misma, los conflictos de cada miembro; la sociedad también.

Debemos aprender a confiar en las familias, ya que de ellas nace la buena o la mala semilla, el hombre santo o el delincuente. En muchos lugares ya no existe la familia como núcleo vital y muchos niños y jóvenes carecen de ella.

Hoy, lamentablemente, estamos perdiendo los valores familiares. Hay niños y jóvenes que atacan organismos o lugares que tratan de rescatar los valores familiares solo porque ellos viven con bronca por no tener una familia propia (aunque no lo admitan o aún no se den cuenta de esto).

Cuántos chicos lloran por no tener una familia que los refugie, los apoye, los contenga, o les enseñe a vivir con dignidad y respeto, como resultado se sienten abandonados, marginados, discriminados, perjudicados, entonces ¿cuál es la consecuencia? Destruyen todo lo que tenga que ver con los valores familiares.

No sé si alguna vez escucharon ese cuentito que dice que un animalito que vivía sin rumbo, haciendo una travesura, había quedado sin cola. Un buen día se encontró con otros animales y éstos comenzaron a decir: “¡Miren, no tiene cola!” “¡Te cortaste la cola! ¿Por qué?”. El animalito, en su impotencia y su resentimiento, pensó: -“Qué lindo sería que todos estos no tuvieran cola”-.
Entonces poniéndose una coraza de mentira y falsedad les contestó: -“Es una moda.; me impedía correr con rapidez y dar saltos en alto. Así que, ya ven… ahora soy el más rápido”. Así fue que todos decidieron superarlo (o igualarlo al menos) y corrieron a cortarse la cola.

Así pasa con aquellas personas que viven confundidas; piensan: -“Mejor; cortemos todo”.

Esto está pasando hoy en el mundo, con algunos que perdieron, se perjudicaron o simplemente no sienten la presencia en sus vidas de ciertas cosas. Pero se trata de arreglar, de construir, para poder superarse, no de destruir.

Porque uno haya pedido algo no es justo obligar a otros a perder las mismas cosas.

Esta rebeldía, este resentimiento hay que sacarlo de la sociedad ¿cómo? Aprendiendo a confiar también en ellos. Si alguien conoce personas así, trate de acercarse y darles a entender que no hacen falta ni la violencia ni la maldad, que siempre existirá una comunidad dispuesta a ayudar y brindar salidas sanas en un marco de respeto y dignidad.

Uno a veces se pregunta: “¿Cómo vamos a vencer la maldad?” En realidad, es una obra de todos. Conquistando a aquellos que tienen conflictos y orientándolos hacia un camino bueno.

Los jóvenes, sobre todo, tienen esta capacidad, pueden hacerlo, yo veo a diario como se aceptan en sus diferencias y tratan de inculcar cosas buenas en el otro construyendo una comunidad de amor en donde reina la comprensión y las buenas intenciones. Esa vivencia comunitaria te devuelve la confianza.

Si hablamos de la seguridad de un barrio, cuando los vecinos se conocen, se aceptan, se tienen confianza y se respetan, si alguna familia no acuerda con esos criterios, no puede hacer mucho porque la unión de todos vence la maldad y, pasado el tiempo, transforma conductas.

Suelo escuchar a quienes dicen: -“No confío en nadie”. Es una equivocación: no se puede vivir en paz desconfiando de todo y de todos. Si no tenemos confianza en las personas que conocemos, que nos rodean, si no podemos reunirnos y compartir, entonces el aislamiento comienza a destruir la convivencia.

En cambio, qué lindo es cuando los vecinos se unen, tienen criterios compartidos, aunque no estén de acuerdo en todo y tengan algunas diferencias, la confianza entre ellos puede ayudarlos a avanzar y esa es la base para construir el mundo.

Pero no nos vayamos muy lejos: ninguna familia se puede formar si uno no confía en el otro. ¡Cuántas uniones se destruyen por desconfianza! La vida que se goza y llega a dar frutos nace de la confianza mutua. La institución más importante de nuestra sociedad, la que tiene como objetivo construir el futuro, nace de esta forma.

Es muy importante que, en el seno de cada familia, se fomente la esperanza de un mundo mejor aunque haya personas que obren con maldad porque la unidad, en un marco de confianza, respeto y dignidad, es capaz de vencer la delincuencia.

Por eso les digo: si no confiamos en la humanidad no podemos sobrevivir en este mundo. Nos sentimos sin fuerzas, sin seguridad, sin esperanza, ni siquiera podemos salir de nuestra casa a la calle, mucho menos tener amigos. Aunque tampoco es el caso de abrir las puertas a todo el que pasa, siempre existen los límites. Cuando confiamos en alguien es con la seguridad de tener el mutuo compromiso de compartir y convivir con las mejores intenciones.

Si llegase el día en que no podamos confiar unos en otros nuestra existencia fracasaría. Una familia, un matrimonio, una sociedad llena de desconfianza no puede avanzar, es incapaz de construir el futuro. Nunca lleguemos a esto.

En todas las razas, en todas las lenguas, en el mundo entero hay gente digna de confianza, son muchos y son buenos. Uno no está negando la existencia de la maldad pero piensa positivamente y desea que aquellos que hacen daño y generan violencia y desconcierto algún día puedan llegar a convertir su corazón. Esta confianza y esta esperanza aseguran paz y tranquilidad para nuestra vida.

Algo muy importante: confiemos en los demás como confiamos en nosotros mismos. Así como nosotros estamos dispuestos a hacer el bien también hay otros dispuestos a lo mismo. Tenemos capacidad para enfrentar la maldad y superar sus consecuencias como así también de enseñar a compartir y convivir con respeto y dignidad. No lo olvidemos.

Confiando en Dios empecemos cada día de nuestra vida ya que sabemos muy bien que, aunque otros lo hagan, Él nunca nos defrauda.

Padre Ignacio Peries
Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

HORARIOS

Misas:

Lunes

17:30 hs.

Martes

(no hay misas).

Miércoles

17:30 hs.

Jueves

17:30 hs.

Viernes

17:30 hs.

Sábado

18:00 hs.

Domingo

9:00hs / 18:00hs

 

 

Arriba