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Revista Compartiendo (Marzo 2014).
Nuestra condición humana

Vivir nuestra condición humana es difícil. Coexistir como un ser humano digno es un largo proceso y lograrlo es una bendición de Dios.

¿Por qué tanto nos cuesta? El mismo Jesús lo dice: nos falta revisión clara de nuestra vida.

Cuando nosotros miramos la condición humana lo hacemos con ojos materiales, sentimentales; vemos el poder, los placeres. Tenemos una visión limitada de la vida.

¿Qué sucede entonces? Nos cuesta asumir, nos confundimos; buscamos placer en las cosas desubicadas: dinero, poder, drogas, fama y otras más.

¿Por qué lo hacemos? Porque la realidad que nos rodea influye sobre nosotros, nos condiciona. La realidad que debemos asumir nos hace sufrir.

Cuando el mismo Jesús, Dios, tomó condición humana lo hizo luchando entre la vida y la muerte. El poder de Pilato, Herodes y otros grandes personajes buscaban matarlo, sacárselo de encima (pasa en nuestros días a veces ¿no?)Su presencia molestaba a muchos. ¡Qué duro! Miles de personas estaban amargados, desesperados porque pensaban que perderían poder; ese rechazo, ese disgusto, esa condena, mortifica la vida (antes y ahora) por eso es que digo que llegar a vivir como un ser humano digno es un proceso: tenemos que aprender a cambiar nuestra visión sobre la vida.

Jesús no solo tomó nuestra condición humana con sus límites, fracasos y condenas, también quiso enseñarnos cómo proceder para encontrar una vida digna.

Jesús abrió los ojos de los hombres, ojos que estaban abiertos pero que no veían. “Tiene ojos y no ven”- dijo Jesús.

Es verdad. Muchas veces miramos con los ojos bien abiertos pero no vemos la realidad, no comprendemos como conquistar la felicidad.

¿Podemos hacer lo defraudando a otros? La condición humana nos dice que sí. Creemos que una herencia da seguridad, que pisotear al otro nos hace valientes y fuertes. Estas son las cosas sobre las que, en este momento, se está equivocando el mundo.

Muchas personas que roban piensan que en la plata está la felicidad y, por no tener una visión clara de la vida, cuántas veces nos olvidamos que ni la felicidad ni la vida dependen del bolsillo sino del corazón y la conciencia sana.

Uno puede ser pobre, vivir sin comida (a mí me pasó por eso lo digo) pero sin perder la alegría porque no estás mirando con resentimiento y bronca lo que tienen los demás sino tus propios valores y los de los que te rodean y comparten con vos tu digna pobreza.

La visión que nos permite ver más allá de lo material es la que nos hace alcanzar la dignidad de nuestra vida. Lo primero que tenemos que hacer para alcanzarla es desprendernos de los pensamientos que nos limitan para vivir una vida digna. Es verdad. Un pensamiento confundido, a veces, nos condena por largo tiempo. Por ejemplo: cuántos piensan que tomando plata ajena, robando, van a ser felices, ¡no es real!, porque no tienen una conciencia sana, el corazón está lleno de miedos y eso, a corto o mediano plazo, los condena.

Por eso, hay que aprender a desprenderse: en primer lugar de la forma en que pensamos y en segundo lugar pero no menos importante, debemos purificar nuestra visión, mirar más allá de lo material. Es difícil, lo sé, pero así se logra ser feliz.

En lugar de pensar: “robando puedo llegar a tener todo”, pensar: “trabajando, levantando cabeza, soy cada vez más digno y eso me hace más feliz que nunca porque mi conciencia está sana”.

En lugar de ser agresivo, pisotear o hacer daño al otro, intentar compartir y convivir sin perjudicar a nadie; eso eleva la dignidad, pero…. nuestra condición humana está llena de vanidad, orgullo, celos, envidia y cuesta comprender y aceptar la verdad.

Si abrimos nuestro corazón a Dios y permitimos que nuestra visión se dirija más allá de lo material o lo sentimental acercándonos a lo espiritual, cambia mucho ¡es increíble!

La vida es así: “cambio”. Recordemos cuando éramos jovencitos: si alguien nos pedía 20 centavos no los queríamos dar porque vivíamos con una visión muy egoísta, propia, tal vez, de la edad. En cambio cuando maduramos y nuestros hijos o nuestros nietos nos dicen: “¿papá, abuelo, me das 10 pesos?” Somos capaces de dar 20 o 100 sin ningún reparo, porque ante el respeto, el amor, el cariño que sentimos hacia nietos, ahijados, sobrinos, se adquieren otros valores. Las cosas cambian ¿no? Porque nuestra visión cambió. Al convertirnos en seres maduros nos preocupamos por la dignidad y la felicidad del otro.

¡Qué hermoso sería el mundo si cambiáramos nuestra mirada!

En lugar de hacer daño, maltratar, inclinarnos hacia las drogas o el alcohol pensemos que nuestra felicidad depende de nuestro corazón y del desprendimiento paulatino de aquello que nos hace mal, que confunde nuestra forma de obrar hacia los demás.

Somos seres humanos y sé que la condición humana es compleja, difícil, exigente, pero aquel que sabe manejar las situaciones y superarlas, logra la verdadera felicidad.

Aquel abuelo que da, con amor, 100 pesos al nieto, después puede llegar a quedarse sin nada en los bolsillos. ¡Qué desprendimiento! ¿No? Es que él sabe que la felicidad no está en un billete sino en la alegría y la dignidad de ese nietito.

Pero…¡cómo nos cuesta entenderlo!

Vivir dignamente es un proceso que tenemos que aprovechar, si no lo hacemos y quedamos atrapados en otra realidad el futuro será duro.

Por eso amigos es muy importante que, en estos primeros meses del año, le pidamos a Dios que nos dé una visión celestial para reconocer nuestros propios defectos, nuestra forma de equivocarnos cada día con la vida y la ignorancia con la que actuamos en ciertas ocasiones.

La visión celestial te hace dar cuenta de cuánto daño le hiciste a papá y mamá, a los vecinos, a personas inocentes y sobre todo, a vos mismo, te brinda un panorama sincero, honesto, para purificar tu mirada sobre la dignidad de los otros y la tuya; te eleva desde lo terrenal a lo celestial y te hace comprender cuán lejos estabas de ti mismo (los que se equivocan no se dan cuenta qué lejos están de lo que realmente son y valen).

Al cambiar tu mirada sobre el mundo comprenderás el valor de la vida: la propia y la ajena. Y ya no podrás hacerle daño a alguien porque no fuiste creado para eso sino para crecer en dignidad y en el respeto hacia tus semejantes. ¡Qué hermoso!

El proceso de vivir y compartir bajo una visión celestial nos brinda la abundancia de la vida.

Ser, verdaderamente, un ser humano digno es una bendición de Dios, una gracia de Dios, ya que Él nos ilumina y cambia nuestra visión terrenal hacia una celestial.

Jesús llegó a este mundo para iluminar nuestros ojos, abrir nuestros caminos y darnos una visión nueva sobre la vida. Aprovechemos para que, bajo su mirada misericordiosa podamos aclarar muchas cosas y ver otras que todavía no hemos visto; purificar nuestros ojos para ver, más allá del poder o de las emociones, la dignidad y la felicidad que todos y cada uno merecemos.

Ojalá, honradamente, encuentres vida en abundancia. Dios te bendiga.

Padre Ignacio

Revista Compartiendo
Imagen de la portada.

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